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Amora

Amigos de la hoguera

3 Arrobas

3 Arrobas

Posiblemente las cosas más importantes de esta vida no las aprendimos en el colegio, ni en el instituto; posiblemente ni las aprendieran en la universidad aquellos que tuvieron la suerte de poder ir. Posiblemente, solo posiblemente, las cosas más importantes de la vida las aprendimos fuera de esos sitios.

En el colegio me enseñaron que la unidad de longitud es el metro, que la de superficie se llama metro cuadrado, la de volumen metro cúbico, la de peso es el gramo y que los líquidos tienen una unidad de medida llamada litro.

Con estos datos yo podía medir la distancia que había entre mi casa y la casa de mi mejor amigo, podía medir cuanto pesaba aquel montón de naranjas que robábamos de chiquillo, o cuanta agua desviábamos de su camino cuando cambiábamos las compuertas al hombre que regaba los campos que habían frente a mi casa. También podía saber que ésta era pequeña, demasiado pequeña, porque tenía pocos metros cuadrados, y que aquellos depósitos de agua para las máquinas del tren eran inmensos, porque tenían muchos metros cúbicos. Creía que podía medirlo todo, pero un día me di cuenta que había una cosa que no sabía medir: El cariño.

¿Cuánto se puede querer a una persona? ¿Cómo medimos cuanto la queremos? Pero no había maestro que me lo explicase - El amor no se mide - Y ya no había más.

Claro que se mide. Una tarde, jugando, mi abuela me enseñó que el querer también se mide, al menos ella tenía su vara para medirlo. Era un sistema muy básico, pero inmensamente claro: - Paquito, la gente no quiere a todo el mundo igual, a unos se quiere más que a otros, por eso hay que saber medirlo, para decírselo, para que sepan cuanto la queremos-.

Mi abuela me enseñó que a las personas, a la hora de quererlas, las podemos poner en una especie de escalera. En el primer escalón están las personas a las que queremos, en el segundo, las personas a las que queremos mucho. Después, a medida que subimos, el escalón es más pequeño, y caben menos personas, por eso en el tercero solo están aquellos a los que queremos mucho mucho mucho. Y mi abuela, vieja y sabia, se quedaba callada esperando que yo le preguntase por el cuarto escalón, y cuando lo hacía me preguntaba que como sería. - Muy chico abuela- Y ella sonreía y me decía que si, y que por eso allí cabían pocas personas, muy pocas, y volvía a quedarse callada sabiendo cual sería mi pregunta. -¿Y a la gente que hay ahí cuanto la queremos abuela?- Y ella me decía que 3 arrobas.

3 arrobas, el cuarto escalón. No habían más escalones, ni se podía querer más a una persona. Quererte 3 arrobas era no poder quererte más, no por no querer, sino porque no había un amor más grande. 3 arrobas era lo máximo que se podía querer.

Hoy, 38 años después de que mi abuela me dejara sin abuela y sin maestra de cosas importantes, sigo midiendo mi amor por las personas con su sistema de medir cariños. Las hay que las quiero, hay a quienes quiero mucho, algunas, mucho mucho mucho... También hay unas cuantas, pocas, muy pocas, que subieron a ese cuarto escalón. Ellas saben que las quiero inmensamente... tanto, que las quiero tres arrobas.

Saludos desde el faro.

El viejo farero.

Buscando el calor del fuego

Buscando el calor del fuego

Los gruesos pinos hablan de su edad, sus senderos arrullaron mi amor. Hace frío, es intenso, pero mi mente se escapa tras su sueño imposible. Allí no siento las nariz, ni las manos, a pesar que me llevé los guantes. A lo lejos ladran los perros, que a buen seguro serán esquimales, pero yo no temo nada. Vuelo, sólo vuelo en busca de mi amado. Abrumada por el frío, con i mejillas encendidas. No es un buen momento para viajar, para este paseo diario en el que se solaza el sentimiento. El corazón va acostumbrado; gélido, con un disparate bajo cero, quedó el día de su partida, pero nunca deja de cumplir la condena de su anhelo.

La mente queda subyugada por el recuerdo vago del sabor de su boca, y el caramelo de su piel. Las ramas de los pinos son el placebo.

La vida se me va en el pinar helado, allí cada día muere el corazón en el constante ritual ante el altar del descuido. La derrota me acompaña siempre de vuelta, reposando en mis hombros hasta vencerlos. A los ojos se adhiere una telilla gris de desesperanza que no deja ver el sol, ni encandilarse con un amanecer. La tierra bajo los pies se vuelve lodo de espeso cenagal, y cada paso cuesta. Siempre me dirijo camino de la nada.

El instinto busca un refugio para el ánima en pena, y allí me encamino hasta encontrar la hoguera encendida. Acurrucada a su calor, los ojos se abren por la intensidad de la ráfaga de luz del fuego. Allí, la gente en animada charla, es extraña al dolor Los fosforos gastados forman margaritas en el suelo, y los arbustos humanos que dejan allí sus ramas, hacen que ceda el frío externo. Con el tono corporal me atrevo a acercarles mis briznas de hierba, allí entre su acogedora y tibia sonrisa, empiezo a relatarles mi eterna canción del amor triste, contando con su paciencia y heroicidad de escuchar este rumor contínuo de la entraña, que no calla, que no cesa en su quejido eterno.

Sakkarah

La Taberna IV o la nuache de una Xana

La Taberna IV o la nuache de una Xana

Una música suave llega tras la puerta de la taberna y dispersa una señal de aromas como de plantas, de semillas de maíz y de tempranas ansias en esta noche. Intuyo en esta noche un descalzar de pies cuando vuelvo a esta taberna de mi pueblo una vez más, y, una vez más tomo la mesa que me gusta. Es la única desocupada. Miro el reloj y veo que se desatan ya diez de la noche y espero que a las once, o a las doce, se me abra la mirada sin nostalgia.

Hay dos mujeres rubias que ocupan una mesa frente a mí, me recuerdan un poco otros cabellos ese color rubio. Si no fuera porque en el color de los cabellos de ella hay un remiendo de vida y caracoles diría que es el mismo, pero no. La conversación de mis dos vecinas de mesa llega hasta mi vestida de una fala malquera (bable) geométrica, ancestral, esparce la cercanía de mi tierra por mi mente y esparce, también, el recuerdo de la sangre de mis parientes. No reparé como siempre, si alguien o yo mismo, escucha con atención la charla de mis vecinas, pero sí recuerdo que hablaban en voz baja y yo acerqué mi cara con la intención de atrapar alguna historia para más tarde poder contársela a Ustedes, pero no, aquella noche nó, porque yo más que atención me moría por la llegada de las once, o de las doce.

Poco importa la gente alrededor cuando llega la hora que uno espera, parece que uno queda solo en este lugar y solamente intentas atesorar palabras para ese momento preciso de las doce, para guardarlo todo como un secreto precioso. Nadie como yo, a las doce, desea que unas porciones de vida que entra en la taberna me desnuden otra vez como de niño. Una música suave llega y dispersa en su aroma una señal de plantas, decía yo al principio, ahora, tras un par de horas he notado en las señales que algo tan tangible como un rostro que se acerca es lo que me hace acomodar, más si cabe, a la silla que guarda mi espalda, porque así, más acomodado, no se me escapará su risa y no tendré ninguna prisa en, también, acomodar mi pelo tras sacarme la boina..., o ver un gato blanco desdibujar en mi libreta unos poemas, unas faltas.

Entró y adentro todo el mundo tuvo la certeza que el lenguaje iba a ir creciendo, y, tras el lenguaje, por supuesto, el reconstruir de un puente que estará hecho de risa. Entró como una promesa que respira dentro de un abrigo blanco, destetado, por alguna madre. Entró como un desfile de luz con su bufanda puesta y se renovó el tiritar de un beso, o el palpar de un sueño. Si cerrara ella, Xana, los ojos en ese momento, se guardarían junto a su blanco todos los surcos que el viento con su tibia mano antoja de azúcar las sonrisas. Pero nó, no cierra los ojos para poder rotar sus brazos hacia esa posición de abrazo, y espera; espera paseando cierta gracia femenina por el trozo de una chispa de cristal que atrapó de las espumas de una risa en cualquier playa. Parecía ir contando, mesa a mesa, con esas idas y venidas de pasitos cortos, que la ambición siempre se lleva a media asta y el amor, o la bondad, con una sonrisa que calza de número un corazón y crucifica, de luz, la luna. Sí, creo que me levantaré y dejaré las servilletas escritas encima de la mesa. Acunaré entre sus brazos unas palabras que tiemblan en mi memoria y dejaré que su mano se acerque a mi boca, y así ella aquietará mi voz para que alguna golondrina busque otra primavera, o lo que es lo mismo..., la paz de su beso.


Mi madre me dijo un día que cuando el aire abre sus venas los aromas sutiles de la lluvia acostumbran a clarear primaveras en las noches y salen de paseo todas Xanas, y es por eso, que a la mañana siguiente regresan todos los pájaros.


Entre mañana y mañana y noche y noche me permito aconsejarles Señores y Señoras, que disfruten Ustedes de su tiempo.

Xándalu

Comienzo una nueva etapa

Comienzo una nueva etapa

Comienzo una nueva etapa 

Escrito dirigido a los Amigos de la Hoguera 

En este día tan especial para nuestra querida Hoguera, en su segundo cumpleaños, quiero comenzar con una nueva etapa de letras y que mejor que hacerlo en este día de celebración pues gracias a la hoguera mis letras siguen en evolución. 

No hace mucho una muy querida compañera nuestra se empeñó en abrirme un blog, yo le decía por activa y por pasiva que no lo hiciera, que no tenía tiempo para ello, que no deseaba por otro lado alejarme de nuestra hoguera, pues dado el poco tiempo de dedicación a mis letras, si abría un blog tendría que compartirlo con la Hoguera y eso no quería. Pero ella, nuestra amiga, quería que yo tuviera mi blog, del mismo modo que otros compañeros lo tenían y de ahí nació mi blog dedicado en principio, según su título a la Imaginación, a imaginar que todo es posible, que podemos conseguirlo. 

En el inicio de mi blog tenéis todos vosotros mucho que ver, pues quiero comenzar con un apartado que llamaré… Amigos de la Hoguera… y en este apartado colocaré, si me lo permitís, todos los escritos Aniversario que hoy habéis colocado en la Hoguera con motivo de felicitar a nuestro foro por su segundo cumpleaños.

Me gustaría que me dijerais si tenéis algún inconveniente en que coloque en mi blog estos escritos que os comento. Espero que me lo digáis para comenzar con mi blog, compartiendo con vuestras letras.

Esta es la idea que yo llevaba en mente al iniciar “El Libro de la Hoguera” 

Ni que decir tiene que no me voy a dedicar única y exclusivamente a mi blog, sino que será una ilusión más para seguir compartiendo con quienes quieran, y por supuesto mi visita diaria a este foro nuestro de la hoguera, está garantizada. 

Un abrazo a todos y espero vuestro permiso para comenzar mi blog. 

Amora.