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Amora

Abanico

Abanico

Rojo intenso como su sentir, desde niña acariciaba al viento con su suave ir y devenir de su mano, meciéndolo, moviéndolo, saludando sus atardeceres a la puerta de su casa. Era un verano caluroso, ella y su abanico inseparables compañeros, quienes la saludaban, admiraban su abanico tan bonito, tan cuidado.

 

Habían pasado varias décadas y su abanico no había perdido su color, era el color interior de ella que seguía siendo su fiel compañero en su sentir. Mucho había sufrido por convicciones seguras a un color que vida le dieron, educación, saber estar y un transmitir de lo natural dentro de la libertad. Pero tal color no fue entendido durante mucho tiempo aunque ella nunca escondió su abanico, siendo fuerte y luchadora siguió recibiendo sus aires de libertad, no siempre en el mismo lugar, tuvo que viajar, no huyendo pero si salvando su pensamiento, abanico y color.

 

Cuando pudo regresar sintió una emoción sin igual llegando a compartir sus ideales y abanico con un sin fin de sentimientos y recuerdos. Felizmente pudo por fin compartir toda una vida con su adorado color.

 

Amora.

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