Blogia
Amora

Amigos de la hoguera

Amigos de la Hoguera

Amigos de la Hoguera

Estimados Amigos:

El pasado 1 de Abril con motivo del cumpleaños de nuestro foro "Al calor de la Hoguera" comencé mi blog. Quise hacerlo colocando cada uno de vuestros escritos, según mi propuesta para regalos a la Hoguera en tal día y así he podido reunir un escrito representativo de Jandalillo, Sak, Viejo Farero, Mela, Noesjulema, Yeradia, iEnny, Jazmin, Gea, Nayavel, VioletaCielo, Bathyscaphe, Marques de Villena, La Viajera, Francisca, Isthar, Cucdellum, Ashia, Netbulosa y Carver.

 

Con mucho cariño conservo vuestras letras en el apartado “Amigos de la Hoguera”

 

En estos dos últimos días he colocado muchos de vuestros escritos, la razón de hacerlo así es porque quería que antes de terminar Abril estuvieran todos agrupados.

 

A parir de ahora dedicaré mi tiempo a agrupar mis escritos, sin prisas, según me apetezca y tenga tiempo y será un honor recibir vuestras visitas, si así os nace y queréis hacerlo.

 

Aquí tenéis un lugar más de entretenimiento, siempre que tengáis ganas y tiempo.

 

Un abrazo caluroso a todos.

 

Amora.

Últimas Fechas

Últimas Fechas Para que la casa vuelva a recobrar su aliento de leyenda, confesamos nuestra pena en la hora tardía que subsiste en sus propias cenizas.

Mi sangre se atrofia definitivamente en este impulso de redención hacia la búsqueda de un antiguo océano, disipado en los regresos doloridos de la carne.

Desnudo, como tantas otras veces, me muero en otoño escribiendo la esquela de Narciso.

Existió alguna vez la palabra y yo escribí luciérnagas en el secreto de la noche, simientes de luz desbocadas ante mis huesos.

Muertes presentidas para un otoño de sequía o un invierno de silencio. Páginas perdidas describiendo barbechos alineados que ya queman el recuerdo.

Fue por esto que alguna vez nos encontramos solos tú (que me lees y sabes) y yo, frente al espejo, y que dibujé lágrimas en mis libros de viaje.

¡Qué profundamente triste imaginé mi muerte en estaciones paralelas, porque todos nosotros confesamos nuestra pena soportándonos mutuamente.

Seres de tormenta cobijados en el vómito de unas y otras tragedias con legañas.

Pero galopando hacia el sur y con la frente enferma de alturas, resistimos, cara a cara con la muerte, rienda suelta a la alegría de saber que solamente nosotros soñamos o somos capaces de mirar con los ojos muy abiertos al horizonte que, quizá, está lejano, lejano y gris, desnudo y solo.
 Carver

Mi

Mi

Mis pezones son de sal
Mi espalda de canto rodado
Mi vientre de barro cocido
Mis manos de hoja de castaño
Mis labios de arándano
Mi voz de gaviota
Mis orejas de loba
Mis piernas de rama de avellano
Mis ojos de rapaza
Mis caderas de corza
Mis pies de raposa
Mi pelo de yegua asturcona
Mi piel de yerba
Mi voluntad de salmón
Mi corazón de carbón
Mi alma de roca.

Saludos montañosos.

Netbulosa. 

 

Pensamientos

Pensamientos Círculo que me atraviesas, brasa en mí cuerpo perpetua, amansa esta presencia que aflora haciéndome forajida en su sentencia.

Mas, te digo cruel sino, que no arrebates este corazón que late, que aunque tus manos me delaten y tu aliento me ahogue, no seré la carpa de un cielo donde en tu memoria sustente esclavitud por testigo.

Mis labios apenas se atreven a rozar el bíslel de tu copa, mientras mis ojos siguen la línea la línea trazada hasta arrebatarme la mirada. Mirada de jardines, envuelta en muros que profanan el cuerpo dejando de existir, haciendo lo prohibido, La entrada de ninguna melancolía deseada.

aullido de animal desgarrado, tiembla el cuerpo en su agonía, sinfonía de la voz, en melodía sursurrada.

Que los dioses os guarden
que la hoguera arda en leños
y sueños, amores y nuevos..
..despertares.

Que la vida os depare mil lances y mil acierto
y la oda de vuestro destino, no os halle perdidos
en la calle de los laberintos

¡Gracias hoguera. Mil besos escritos, pero no por menos ... llenos de cariño.

Feliz Hoguera de noche ardiente.

Ashia

La condena

La condena Hace días que el estallido de petardos rompe el monótono y agradable silencio que me rodea. Estallido que se multiplica la noche de San Juan, ruido de petardos, humo de hogueras, pólvora quemada, gritos de alborozo o de sorpresa, canciones del verano machacando los tímpanos, cánticos de alegría, y discusiones a gritos de jóvenes ebrios, junto a un coche cercano, intentando demostrar quien es el más lúcido para conducir...¿?

Veinticuatro horas de locura, comida, alcohol y pólvora que se cierran de un carpetazo hasta el próximo año. Se cierran dejando atrás, consumiéndose en los rescoldos de las hogueras, los malos augurios, los malos espíritus y algunos malos recuerdos, los buenos los meto en la mochila junto el año recién cumplido, ... No pude reprimirme, tuve que despedir mi mejor día del año con un buen cigarro, como si de mi hoguera particular se tratara, a cada bocanada repasaba el año transcurrido, a cada bocanada me sentía mas ligero, en cada una me sentía mejor. Nunca me ha importado cumplir años, lo malo es el día después, únicamente el día después, se parece demasiado a una condena: Cincuenta años y un día...

Petons, una abraçada i a esperar la perpetua...

Juanma

La Víbora

La Víbora No se habían aun cumplido cinco meses de la muerte de su esposa, que los últimos vecinos de Santa Margarita, los más cercanos a Antonio, decidieron como todos los demás, también cerrar definitivamente su casa. De nada sirvieron las reflexiones, ni las conversaciones a pie de lumbre hasta las tantas de la madrugada. Todo era un llegar a un callejón sin salida. Así que una mañana de otoño, con las dos mulas cargadas Julian el de Casa Pauli, cerró para siempre los porticones de las ventanas. Le dejó las llaves de la casa y las pocas ovejas que le quedaban a este último pastor de Santa Margarita.

Allí, cerca del Risco, fue donde Antonio les despidió, por última vez. Ya de vuelta hacía su casa, sintió una mezcla; entre tristeza, impotencia y a la vez añoranza. Algo muy dentro de él, le hacía hervir la sangre. 25 casas vacías, un rebaño de ovejas, una mula, 3 vacas, un perro y él, lejos de todo el mundo, a solas con todos aquellos que allí quedaron, en el viejo cementerio, allí, custodiando sus recuerdos...

El agónico caer de la hoja, dio paso a un espeso manto blanco. Cada año que pasaba el invierno era más crudo. Los sonidos de la ventisca se colaban en la casa, haciéndose un hueco en lo que quedaba de aquel viejo hogar. Allí sentado, Antonio atizaba las tozudas brasas, leña de un viejo roble y, sin desearlo, sus recuerdos se proyectaban en aquel juego fantasmagórico; un juego entre luces y sombras que la lumbre proyectaba. En más de una ocasión el silencio le jugo alguna que otra mala pasada, en sus sonidos sordos el creyó oír el más triste de los quejidos y llegó a creerse que los muertos venían en busca de su compañía, así una noche tras otra.

Con la primavera, el deshielo cambió el paisaje y, de nuevo, el pastor como venía haciendo desde que tenía uso de razón, se dispuso a llevar a sus ovejas en busca de los más altos pastos. Una madrugada cargada la mula y él con zurrón y cuévano, iniciaron el viaje. Unas horas le llevo llegar hasta la modesta cabaña de puerto y, al abrir la vieja puerta.., de nuevo, a solas con sus recuerdos.

Las vacas recién paridas, ese año le dieron la mejor leche. Antonio saco del zurrón una vieja hoja de diario, dentro contenía trozos de cardo: cardo, para poder extraer el cuajo de la leche y, preparar aquellos quesos que luego el amor de la lumbre se encargaría de ahumar, lentamente, obteniendo la corteza que junto a la sal les sirviera de conservante.
 Cansado, dejo caer todo su peso sobre el viejo jergón, mientras con la mano buscaba a tientas el cazo con agua, cuando, de repente sintió un fuerte dolor punzante en el dedo anular. Giró la cabeza y vio de refilón como se escabullía la maldita víbora. Sabía sus consecuencias; sabía de todo el proceso que a partir de ese momento le mortificaría, y, así -de repente- hasta dio gracias de estar en la antesala de la muerte. En pocos minutos el dolor se hizo insoportable, perdió el conocimiento para volver a recuperarlo, así una y otra vez; los escalofríos y las pesadillas se alternaban vio como sus extremidades se tornaban oscuras y la vista se le nublaba, quieto sin poder moverse, así permaneció durante horas, tal vez días, como pudo, arrastrándose como una bestia, se acercaba de vez en cuando al balde del agua bebiendo como podía, pues sentía fuego en la garganta, la inflamación le impedía tragar. Supo que así estuvo días, aunque perdió la noción del tiempo. Incluso pensó en esperar dormido el final; alguien cuando subiera a puerto, algún año le encontraría y sabrían todos de su muerte. Pero, no fue así, cuando, como pudo se levanto del viejo jergón, las moscas ya habían empezado a devorarle atraídas por el mal olor que entre vómitos y otras necesidades de su cuerpo le cubrían a él y, a su ahora sucia indumentaria. El perro había salido a buscarse el sustento, tardo dos días, Antonio en encontrarlo -a saber de lo que se habría alimentado-, dejo las ovejas que ellas solas se cuidasen y a lomos de la vieja mula volvió a Santa Margarita... De ésta Antonio, llegó a explicarla, aunque en sus ojos quedase, para siempre, el color rojo por la rotura de capilares. Era ese rojo el que había sustituido a aquel blanco inmaculado que yo ya nunca llegue a conocer.

Un abrazo.

Ishtar

Esperanza

Esperanza

La luna en el cielo es un globo, de mármol,
en la noche cada vez mas fria de invierno.
Mis manos son radios de tacto
que buscan asirse a la esperanza.
Mis sueños no duermen nunca.

Francisca.  

Más Allá

Más Allá Siempre se asomó al mundo,con los ojos muy abiertos.
Por que quería ver, más allá de su ventana.
Quería ver lo que había, más allá de lo que su mirada, lograba alcanzar.
Llegar hasta donde ,solo los ojos del alma llegaban.
Conocer corazones despiertos, ardientes, sensibles, rebeldes.
Ver paisajes de rocas, entre verdes yerbas.
Acariciar el aire ,besándolo sutilmente,y beberlo con un suspiro.

Siempre deseaba, no tocar los muros, por que para ella, todo era infinito.
Buscó la luz clara y transparente ,de las gentes de a pié.
Pero en demasiadas ocasiones ,solo encontró miradas oscuras, por golpes del destino.
Sus manos, necesitaban el calor de otras manos, y su cuerpo, quería atrapar cada trozo de piel ,lleno de vida.

Intentaba tocar el horizonte, aún sabiendo, que jamás llegaría a tenerlo, ni siquiera a rozarlo.
Quería atravesar el tiempo, pero nunca consiguió, controlar el suyo propio.
Deseaba encontrar un lugar, donde descansar,donde la libertad, no solo fuera una utopía.
Y seguía buscando.
A veces encontró lugares ,llenos de colores, de vida, de sonrisas.
Pero también encontró otros, en mitad de la nada, llenos de egoísmos, y de maldades.
Alguna vez, había llegado, a mares desiertos de agua.
En los que las naves sin velas, esperaban, a que algún pirata o marinero, las volviera a mecer al viento.
Los surcos secos, dejaron ver, las entrañas del mar.
Parecía el fin del mundo.
Y allí, estaban todos, mirando hacia el cielo, a la espera, de que el agua, volviera a subirlos a flote.
Siempre supo, que en el fondo de la tierra, ya seca de lágrimas, estaba su pasado, y parte de su futuro.
Muchos eran los que iban a su lado,sin destino alguno, buscando lo mismo que todos los antepasados,.
Que todos aquéllos, que dejaron sus huellas en el camino.
El mismo camino, que ahora ella pisaba.
Cada uno de ellos, buscaba la felicidad, la paz.
Encontró refugio, en almas que también estaban sedientas, de ese trozo de universo, casi santo, casi intocable. Donde el aroma de las flores, y el frescor del viento, no había que esperarlo, por que siempre estaban ahí.

Siempre eran los mismos rebeldes, los mismos inconformistas, los mismos luchadores,de diferentes guerras, los que satisfacían su ganas de aprender.
Nunca quiso demostrarle nada a nadie.
Nunca miró a nadie, por encima del hombro.
Nunca quiso saltar obstáculos, pero no tuvo más remedio que aprender
a hacerlo.
Siempre, seguiría echándole un pulso a la vida, cuando la vida quisiera jugar con ella.
Y siempre intentaría ganarlo.
Aunque casi nunca, lograra vencerlo.
Se convirtió en una corredora de fondo, aunque de vez en cuando, se atragantaba, al beberse la vida de golpe.
Besos hoguera.
 LaViajera.

En la Edad Media

En la Edad Media El invierno había pasado y el Sol subió más y más alto en el cielo. Los días se tornaron abrasadores. A mitad del verano, el astro alcanzó la plenitud de su fuerza y exultancia, especialmente en aquellas tierras de España y de Granada y en reinos tan alejados de las regiones del Norte. Desde principios de Abril no descendió humedad alguna sobre la tierra, ni en lluvia, ni en rocío, y la hierba quemada tomó el color del cieno. Los ingleses comían uvas cuando las encontraban porque su jugo les refrescaba y luego bebían de esos vinos espesos de Lisboa y Portugal para calmar su sed. Pero cuanto más la bebían, más calor les inundaba, porque los vinos incendiaban sus hígados y sus pulmones, y todas las entrañas de su estómago, y no podían seguir una dieta natural. Los ingleses están acostumbrados a alimentos poco sazonados, cervezas espesas que mantienen húmedos sus cuerpos. Ahora bebían vinos secos y enérgicos, copiosamente, incluso para olvidar sus penas. Las primeras horas de la noche eran ardientes después de la canícula del día, pero hacia el amanecer, el aire se tornaba repentinamente gélido, y los sorprendia desprevenidos, porque al acostarse no se habían con las sábana y dormían desnudos, calientes como estaban por efecto del vino. Los ingleses cayeron víctimas de catarros matutinos que afligían todo su cuerpo y, enfermos febriles, eran presos de la disentería, de lo que inevitablemente fallecían. Esto sucedió tanto a hombres caballeros y escuderos, como a la gente humilde.

Tales son las aventuras de las guerras durante mi tiempo en la Edad Media.

Mil consideraciones ante tal intrusión. Una inclinación en forma de saludo.

Marqués de Villena

La cruz del odio

La cruz del odio Era la tercera vez y era el tercer hijo. Ya no le quedaba nada. La vieja murió de pena y él estuvo tres semanas borracho. Era lo único que podía hacer. Siempre había salido victorioso cuando se había enfrentado a la muerte. Pero ahora, Dios, ese Dios que ya no podía despertar en él otro sentimiento que el odio y el asco, habría decidido que la desgracia volviera a cebarse sobre sus crías. Se hubiera ofrecido como víctima, como tantas otras veces, pero no dependía de él. Ese Dios, y la mar brava, lo devolvían al vacío más absoluto, la soledad del marino sin más familia que el viento, los animales del mar y la botella.
Pasó demasiadas horas en el oráculo sin respuestas de la tasca del puerto, pero no tenía ninguna pregunta, sólo una determinación. Aquella noche, borracho como las anteriores, rompió la cerradura del cementerio y, con la misma soga con que había izado los restos de la barca y el cuerpo sin vida de su hijo, arrancó la cruz del antiguo panteón familiar, y la arrastró hasta el embarcadero. Navegó casi dos horas y llegó al lugar donde todo había ocurrido. Allí dejó caer el signo ante el que ya no volvería a inclinarse, la piedra que nada representaba, y el peso de todo su odio.
Jamás volvió a hablar con nadie y nadie sabía de su vida. Bogaba de noche, como un fantasma. Dicen que murió ahogado en el alcohol y el agua de mar. Pero nadie sabe nada. A veces, con temor, los más jóvenes aseguran haber visto su sombra, de regreso al puerto. Pero todo eso es una leyenda más.
Unos buzos encontraron la cruz de piedra, con la inscripción aún visible, cuando un buque de cabotaje embarrancó en una noche de niebla. De esto hace más de veinte años.
En el pequeño pueblo de pescadores todos le recuerdan, todos creen oír sus blasfemias entre la bruma. Creen que sigue vivo, acudiendo cada noche a desafiar al creador y al destructor de la vida, a pedirle justicia.

Y la mar, traidora y compañera, calla, como la muerte.

Batiscafo.

Él

Él Él es una forma de subversión en el mundo de la complacencia y de la levedad. Cada vez que viene a verme sé lo que es estar en el ojo de un huracán, y sobrevivir al mismo, que es lo difícil. Él es un verdadero seísmo de emociones, pulsiones, sentimientos, en mi existencia.

Me gusta reencarnar esos momentos juntos, sus expresiones, sus ojos, su sonrisa franca, el acento tibio de tus palabras, sus caricias, su energía, y a la vez su placidez, porque me desvisten su ser.

Entrar en su mundo es un privilegio extraño. Me siento una profana visitando un santuario en el que no debería estar. Siento la sensación de pisar un mar de cristal. He sido autorizada a caminar sobre una fina capa de hielo traslúcido y mis sensaciones son una mezcla de la sorpresa por sostenerme, y el deseo de hundirme.

Le intento mostrar mi arquitectura, pese a mi sentido púdico. No permito a nadie que entre en mis secretos. Sin embargo él conoce una parte tan oculta de mí, porque considero lo más natural descubrirle todas las piezas de mi puzzle.

Algo que me atrae de él es su complejidad, porque si, algo hay que me desmotiva de una persona, es la obviedad. Me gustan las personalidades con las que sientes que una eternidad no bastaría para conocer el relieve de su ser.

Sin importar el tiempo que llevamos, Él sigue siendo todo asombro, descubrirlo me enerva, me excita...y me enamora. Tiene una mente y un corazón, que invita permanentemente a sumergirse en ellos. Navegar su mar sin costa es siempre una aventura nueva, de imposible resistencia a ella.

Pero lo auténtico, lo esencial, es que lo quiero, él es mi Milagro de Abril (y de Mayo a Marzo, también).

VioletaCielo

Piel y Deseo

Piel y Deseo Sólo soy piel y deseo,
cuando besas mis pies,
cuando te pido,
peinando tu pelo
con mis manos,
que vengas a la fiesta
de mi cintura enfebrecida.
Sólo soy sangre,
cuando tus besos dibujan
el contorno de mis muslos,
y fuego soy
cuando tu boca
descubre mi geografía
íntima,
secreta,
cuando soy caudal
que se derrama,
soy éxtasis,
soy trueno,
soy grito que rompe
el silencio de la noche.
Después, una larga caricia,
que termina
cuando duermes en mi pecho.
Cuando sueño contigo,
aunque estás a mi lado,
y soy tu almohada,
y el ángel que te vela.


Besos.
Nayavel.

La Butaquita

La Butaquita Sé que mi imagen va a quedar algo maltrecha con lo que os voy a contar. Pero que nadie se lleve a engaño: una es lo que es y no puede hacer más. Y yo soy así.

Esta mañana he ido a "els Encants", un mercadillo muy característico y genuino de Barcelona. Soy asidua en visitarlo, a veces ni siquiera para comprar nada, pero sí para recorrerlo y perder el tiempo entre sus paradas o tenderetes.

La verdad es que nunca suelo comprar lo que llevo en mente, sino lo más impensable e inesperado. He comprado desde libros a simples botones; desde una sartén a una estantería; desde unas zapatillas a varios metros de tela para proteger mi sofá (sobre todo cuando tenía tres gatos); desde un bote de farmacia de cerámica antigua a una simple camiseta.

Y hoy me he comprado un silloncito. Sí, sí, una cómoda butaquita, muy recogida, que me viene de perlas para poner en un hueco de mi salita. Llevaba tiempo buscando algo así, y hoy he tenido suerte. Había una remesa de ellas, iguales, por lo que debían de provenir de algún "pub" o algo así. Lo digo porque alguna presentaba las típicas quemaduras de cigarrillo. Pero al poder escoger, lógicamente me he quedado una que estaba en perfecto estado. Es coquetona, con cierto estilo y al mismo tiempo minimalista (como dicen ahora a todo). Y sólo me ha costado 6 euros.

Así que, ni corta ni perezosa, he cargado con ella a cuestas y me he dirigido a la parada de metro más próxima. Naturalmente, ni he contemplado la idea de coger un taxi, que seguramente superaría el coste de la butaca. ¡Ni hablar! ¡La ganga ha de ser la ganga! Menuda soy yo para eso.

No es la primera vez que he transportado cosas así en el metro, incluso hasta un baúl. Pero lo de hoy no tiene parangón, podéis creerme.
¿Qué ha ocurrido? Pues que iba tan acalorada, tan agotada con el sillón a cuestas y con un principio de mi temible migraña, que, una vez he entrado en el vagón, sin pensármelo dos veces, he plantado mi butaquita en el medio y, en un incontrolable estímulo-respuesta conductista, me he sentado tan ricamente en ella.

No os podéis imaginar la cara de sorpresa de los pasajeros que iban entrando a cada parada, viéndome allí, presidiendo la puerta de acceso como dándoles la bienvenida, acomodada en mi particular trono como si fuera "la marquesa de la viruta".

A partir de ese pensamiento, en el mismo momento de imaginar qué pensarían de mí, es cuando he sido consciente de la escena y he tenido que hacer esfuerzos titánicos para contener la risa. Sí, sí, esa risa tonta, incontrolable -que es la mejor-, de cuando sabemos que no nos podemos reír. Así que, cabizbaja, no he osado ni por un segundo encontrarme con la mirada de nadie; sabía que, de hacerlo, no hubiera podido resistirme (sé que me miraban por el rabillo del ojo y también intentaban contenerse).

Y he aguantado, estoicamente, adoptando una expresión casi hierática, imperturbable, para mantenerme en mi compostura hasta el final de mi trayecto. Cuando he llegado, he vuelto a cargar con mi butaquita y he comenzado a caminar por el andén hacia la salida, sintiendo clavados en mi cogote mil ojos curiosos que me seguían desde el interior del vagón.

Apenas he alcanzado la escalera mecánica, fuera ya de sus miradas, he estallado en carcajadas sin poder aguantar más. Y ahora, eran los empleados de la taquilla los que no salían de su asombro al verme emerger de tal guisa por la ascendente escalera, riendo sola y parapetada tras un sillón. Una escena digna del mismísimo Almodóvar.

En fin, creo que no me he librado de que, unos y otros, hayan pensado que no estoy en mis cabales. Ni yo misma dejo de pensarlo.
Y es que las reacciones del ser humano son a veces imprevisibles. Y las mías aún más.
Todavía se me escapa la risa cuando pienso en ello.

Saludos, desde mi cómoda butaquita.
 Gea.

En la noche previa a los Idus de Marzo

En la noche previa a los Idus de Marzo Julio César gustaba de escribir en cualquier momento, estuviera donde estuviera. Y así lo hizo en la casa de Lépido, donde había estado cenando junto a otros invitados, a los que dejó en plena conversación retirándose a escribir a una mesa. Era la noche del 14 de marzo del año 44 a. de C. Hacía poco que había sido nombrado dictador a perpetuidad. Y al día siguiente, fecha de los Idus de Marzo, probablemente iba a ser propuesto al Senado para que le fuera concedido el título de "rex".

Todos ignoraban qué podía ocupar la atención de César mientras escribía, al tiempo que, de tanto en tanto, seguía escuchando la conversación de los invitados a la cena. Era algo imprevisible. Podía estar dictando órdenes o redactando normas destinadas a acabar con el lujo y derroche de las mujeres romanas; podía estar componiendo un poema o escribiendo una carta de amor a Cleopatra, que se encontraba aquellos días en Roma; podía estar anotando cuestiones sobre puentes, acueductos, alteraciones en el calendario o sobre una antología de frases chispeantes que por entonces estaba compilando. Todo cabía en la escritura de César; tan numerosos eran sus afanes e inquietudes; tan activos eran aún su cuerpo y su mente.

Sin embargo, la noche pasada había tenido un sueño muy perturbado, plagado de malos presentimientos y pesadillas. Cierto que en los últimos años había estado sufriendo de crecientes ataques de una especie de epilepsia, pero ésa no fue la causa de su alteración. Fue como una intuición o sospecha indefinida lo que alteró su sueño. Una perturbación que pareció también afectar esa misma tarde a su esposa Calpurnia, quien, visiblemente alterada, le recomendó no salir de casa al día siguiente.

Y era precisamente el recuerdo de esa mala noche pasada y la imagen angustiada de su esposa lo que concentraba su atención al escribir; ese estado inusual y agitado de Calpurnia le había generado la necesidad de realizar breves anotaciones sobre las mujeres de su vida y los móviles que lo habían llevado en cuatro ocasiones al matrimonio.

Y apenas podía recordar ya, a sus 58 años, que, siendo sólo un adolescente, un prematuro endeudamiento le hizo casarse a los 15 años con una plebeya pero rica dama, Cossutia, de la que se divorció al poco tiempo tras una ventajosa negociación en cuanto a la devolución de la dote.

Poco después se casó con la dulce Cornelia, hija de Cinna. Una boda por sincero enamoramiento, pero que, además, le permitió convertirse en el yerno del hombre más grande de Roma en aquella época, lo que le supuso el primer paso hacia la carrera política. Permaneció casado con ella 16 años -infidelidades aparte- y demostró su convicción amorosa al desobedecer las órdenes del tirano Sila, que le obligaba a divorciarse de ella. Fue entonces cuando dijo: "En César sólo manda César". Tuvo por ello que emprender una forzosa huida y someterse más tarde ante un tribunal -con riesgo de su vida- siendo finalmente perdonado.
Cornelia, madre de su hija Julia, fue la mujer de su vida. Su muerte prematura le produjo un gran dolor, que lo llevó a escribirle un elogio fúnebre, sentido y emocionado, como nunca se le había dedicado a una mujer joven en Roma.

Su tercera esposa fue Pompeya, precisamente nieta de Sila. Su unión derivó en un divorcio de gran trascendencia histórica. Fue motivado por la dudosa conducta de su esposa -aunque nunca demostrada- con el demagogo Clodio. Preguntado entonces César por qué había repudiado a su esposa, respondió con otra de sus frases más célebres: "Quiero que de mi mujer ni siquiera se tenga sospecha".
 Su cuarta y actual esposa, Calpurnia, había soportado dignamente sus largas ausencias y el haberlo visto poco durante los años de matrimonio, pues los había pasado casi todos en la guerra. En principio, César sólo calculó las ventajas de este matrimonio, ya que su padre era Lucio Pisón, una persona políticamente respetable y al que quería conquistar para su bando. Pero finalmente fue afortunado en su elección. Calpurnia era buena y afectuosa. Y también era extremadamente juiciosa y sensata.
Por eso era extraño hallarla tan nerviosa y agitada como lo estaba esa tarde.

Durante unos instantes, César levantó la cabeza de sus anotaciones para escuchar la conversación de los invitados, que discutían sobre cuál sería la clase de muerte más agradable. Sorpresivamente, con una calma casi sentenciosa, intervino en la conversación con las palabras: "Una muerte súbita, repentina"... Y volvió otra vez su atención a la escritura.

Por ello no llegó a ver lo impresionado que quedó uno de los invitados, Décimo Bruto, a quien César había nombrado segundo heredero en su testamento sin él saberlo, y quien, junto a Casio y a otro Bruto, Marco, hijo de Servilia (su anterior amante), un joven a quien el dictador quería como a un hijo, se encontraban entre los conspiradores que planeaban su asesinato para el día siguiente.

César siguió escribiendo sin lograr desprenderse del recuerdo de su esposa y el temor supersticioso que le había mostrado esa tarde respecto a su salida de casa para ir al Senado. Y conociendo su sensatez y su habitual buen juicio, se hallaba casi inclinado a hacerle caso...

Pero... ["Alea jacta est". Una vez más para él, la suerte estaba ya echada. Aunque ahora por última vez, irremediablemente. Porque esta vez no iba a poder cruzar ese otro Rubicón; el infranqueable Rubicón de la conjura, el complot y la traición.

Y "una muerte súbita, repentina", al pie de la estatua de Pompeyo ante las puertas del Senado, cambió el curso de la historia de Roma aquel sangriento día 15, infausta fecha de los Idus de Marzo.

Gea.

Amistad

Amistad Hay pocas cosas que perduran;
entre ellas la amistad,
si la disfrutas?
no la extravíes
pues es difícil de encontrar.
Ya lo escriben los eruditos
y los menos doctos también;
la amistad es como encontrar
una aguja en un pajar.
Y a ello me remito;
pues es la única verdad.
Por ello,
os deseo que se perpetúe
que no se fragmente jamás.
Me lo dice además la experiencia;
que nunca la he conseguido encontrar?
a esa?
la amistad,
tan difícil de hallar.
Por eso os digo, hoguera;
que es un solicitado tesoro
por su valor incondicional.
No ceséis de atesorar amigos
que si se desatienden?
no los volveréis a reconquistar.
Mimarlos sin adular;
y siempre tendréis esa mano amiga
en la que os podréis cobijar.

jazmin

Nadie se ha ido

Nadie se ha ido

Nunca sera un viaje al olvido
aunque te fuiste en una tarde de mayo,y tomaste
un tren hacia el olvido,nunca marcharas.
Libre de equipaje, te marchaste, era mayo
una tarde de mayo...
Quedaron en el pueblo, los verdes campos
sangrientos de amapolas,como playas
bordadas por las olas,los encajes de sal,
que el sol, ira convirtiendo en filigrana..
El tenue azul del cielo en la montaña
ya es gris como un puñal de acero.
La torre, la del pueblo,, donde anidan
viejas cigüeñas casi adormecidas, sacudiran
el letargo de las horas,,,ya perdidas
Preguntaran,,¿ quien se ha ido?
yo dire...nadie,,nadie se fue, nadie se ha ido
luego el silencio,, lo explicara mejor
nadie.
Solo se ha dormido.,, un abrazo. ¡¡
un poco de luz para el camino¡¡
y siempre un recuerdo vivo,, porque nadie, nadie se ha ido.
 

iEnny

Vestido Azul

Vestido Azul La mañana despertó con olor a campo y primavera. Los aromas se adentraban en la pituitaria de carmen ofreciéndole la visión de la suavidad del día. A lo lejos, se escuchaba el canto de los pardales que con alegría revoloteaban en un cielo azul cubierto de aires frescos..

Aun tumbada en la cama, carmen dibujaba el nuevo día en su mente , a la vez que estiraba sus manos hacia el vacío tratando de captar las sensaciones a través de las cuales había aprendido a reconocer los colores de las estaciones..

Se levantó, y con precisión, se abalanzó sobre el armario tratando de buscar un atuendo acorde al tiempo. Había pensado ponerse el vestido azul , que Luis le había dejado preparado justo en la tercera percha del armario. Mientras trataba de introducirse en la ropa, su sexto sentido la avisaba de la presencia de unos ojos que trataban de pasar desapercibidos. Carmen sentía las miradas como rayos de sol que se cuelan entre los poros de la piel marcando la esencia de las intenciones con que son dirigidas. Por eso, no se molestó cuando notó que en la habitación había un invitado que la observaba apoyado en el marco de la puerta. Era Luis. Lo sabía por el aroma a jabón de afeitar que se había hecho dueño de la estancia.. Lo sabía por el espacio que ocupaba su presencia en la habitación .. Lo sabía porque los ojos que la miraban eran los únicos capaces de transmitirle sensaciones de seguridad..

Sintió como el hombre se acercaba, lo sabía por el calor que los cuerpos transmiten a medida que las distancias se van acortando entre ellos. Luis le dió una palmada en el trasero tratando de asustarla y carmen respondió girándose rápidamente sobre si misma atrapando el cuerpo que sus manos conocían a la perfección. .

-¡ Te cogí chaval! Dijo carmen...Luis sonreía, mientras la abrazaba con la suavidad de quien teme apretar demasiado sabiéndose poseedor de suficiente fuerza . -¿ Sabes que te quiero?- dijo Luis...-¡ claro que lo sé! Respondía carmen a la vez que le cogía las manos y las giraba en el aire hasta hacer que sus palmas quedaran hacia arriba suspendidas en el vacío. ?"lo sé porque en las manos que tu ves vacías, yo siento el peso del amor que flota en el aire".

Buenos días a todos y feliz Aniversario hoguera!!

yeradia.

Fiesta en el Foro

Fiesta en el Foro Alegría despertó aquel día ideando algo que quería, deseaba organizar una fiesta para todos los componentes de un lugar agradable que cada día visitaba, pues al no conocerlos realmente, y solo ser un saludo tras otro toda su unión, quiso preparar una fiesta para unirlos y así conocerlos mejor.

Necesitaba ayuda y contactó con Armonía quien le dijo que encantada ayudaría. Juntas prepararían todo lo necesario para reunir a distintas gentes con un bien común: Compartir.

Con distintos mensajes rápidos invitaron a cada cual, la cita en el Foro, no podían faltar, se preparaban escritos agradables, interesantes, sabios, cuentos, amores vividos, amores actuales y por llegar, necesidades, amistad, cariño, posiblemente nada deseable más, pero también podrían encontrar no lo querido que dañaba sin piedad.

Armonía y Alegría pensaron en ello y decidieron que podían invitar a Envidia, tal vez así, entre tantos buenos valores, más que su propia envidia tuviera otro sentimiento que la alejara de su empeño.

Así los escritos invitación llegaron a...

Belleza, Razón, Entendimiento, Tolerancia, Respeto, Sabiduría, Ilusión, Motivación, Necesidad, Realidad, Utopía y Sin razón o Envidia.

Todos ellos habían desempeñado su función, aportando lo mejor de ellos para una gran comunicación, compartiendo todo lo bello de su interior, por lo que era merecida su invitación.

Llegó el día de la fiesta, todos emocionados brindaron con gran excitación, los escritos ya tenían rostro, manos y corazón; visibles todos ellos para propia satisfacción, distintos eran los sentires y pensares pero dirigidos por Respeto todo era razonable y alcanzable.

La velada fue un gran éxito, Alegría y Armonía sonreían y sonreían, aunque algo tristes se sentían porque Envidia derrumbada no supo integrarse y en un rincón permanecía desolada.

Queridos amigos del Foro, es un placer estar aquí cada día, con algo por escribir, pero lo mas agradable es leeros y poder compartir.

Felicidades Hoguera en este tu día.

Felicidades a todos por conseguir que esta hoguera siga muy viva.

Un fuerte abrazo. Abrazo en llamas, Abrazo caluroso, Abrazo Amistoso.

Diálogo en torno a los centros comerciales

Diálogo en torno a los centros comerciales

Pepe: Te vi cargado de bolsas esta mañana
Juan: Sí, no tuve más remedio que ir otra vez al supermercado a hacer la compra
Pepe: Por lo menos no haces como ésos que se llevan las compras a su casa en el carro del supermercado
Juan: No entiendo cómo hay gente que lo hace. Luego dejan los carros en cualquier sitio. Yo he llegado a ver una docena de ellos en una plaza cerca de casa, uno detrás de otro
Pepe: ¿Pues sabes lo que hago yo? Mando un mensaje electrónico al supermercado diciéndoles dónde pueden encontrarlos para que los recojan
Juan: Pues sí que te estarán agradecidos. Por cierto, que me he llevado un susto...
Pepe: ¿Qué te ha pasado?
Juan: A mí nada. Pero venía un joven con una ristra de carros y de pronto un crío salió corriendo y por poco se lo lleva por delante.
Pepe: Es que los críos no se fijan en nada, ya se sabe. ¿Pues sabes una cosa que me llama a mí la atención en los supermercados? Las jovencitas esas que van en patines de un lado para otro con las piernas al aire. ¡Qué pantaloncitos más cortos llevan!
Juan: Hombre, eso es cosa del márketing. No van a poner a zagalones, con lo velludos que son.
Pepe: No, a ésos los ponen a recoger los carros abandonados
Juan: ¿Y eso no es una práctica discriminatoria? Mira que si le ponen una demanda a la empresa
Pepe: Y a nosotros, ¿que más nos da? Oye, ¿te apetece un café?
Juan: Vale, pero vamos al bar ese del supermercado, que tan bueno lo hacen

Mientras hablamos, huye el envidioso tiempo: aprovecha el día, y no confíes lo más mínimo en el mañana (Horacio)

Noesjulema.

La Finca

La Finca Olía a la finca. Bajando por el carril de tierra, entre higueras y olivos, antes de verse la casa de Librado y la nuestra al fondo, olía ya a La Finca. Y Morito empezaba a ladrar. Ramona decía que días antes ya estaba inquieto, que corría hasta la carretera al menor descuido, y que había que acabar atándolo para que no llegara a buscarnos a Madrid.

Cuando el coche frenaba para bajar el carril, yo tenía la misma sensación en el estómago que tengo ahora cuando llego al destino de cualquier
viaje. Miedo, excitación, cansancio y sobre todo el deseo de seguir, de que nada cambie, de no parar... Muchas cosas indescriptibles con palabras.

Sólo un bañador de chico y un penacho de plumas indias en la cabeza. Esa era yo todo el verano.

Impresionada por la navaja de Librado, que cortaba los tomates, enormes, por la mitad, de un sólo tajo. Y yo me los comía, con sal, orgullosa de no necesitar más que mis dientes. Feliz de poder achuchar a Morito y oler a perro, y coger peras, y cortar alfalfa para las conejeras con una hoz pequeñita que me dejaba Ramona, desobedeciendo a mi madre. Tranquila porque no había horarios, ni deberes, ni rezos, ni ropa, ni lenguados para cenar.

El amarillo de las manzanas y de los membrillos, el verde plata de los olivos, el rojo carmesí de
la Rosaleda y el zumbar de las avispas entre las parras, es lo que más recuerdo. Y el olor a limo del río...

Volví hace unos años, 25 después de la muerte de mi hermano Javier. Nadie había vuelto desde entonces. No quedaba nada. Un montículo sobrecogedor de escombros, sobre lo que fueron muchos veranos de mi niñez y buena parte de las raíces de mi familia.

Ni un manzano, ni una higuera, nada. Un viento repentino me trajo unas risas del río. Cerré los ojos y la vi. Una niña salvaje, casi desnuda y con un penacho de india en la cabeza, me decía adiós con la mano. Hubiera querido llevármela y protegerla del futuro, pero no pude.

Se me fue perdiendo, despacio, en la línea brillante del horizonte. Lloré mucho rato sobre los escombros, que no olían a nada.

Mela (Sobrevolando Jaén)